
No podía continuar mirando aquel cuadro que había frente a mi escritorio.
Una mano enguantada me agarraba de la garganta y me arrastraba hacia el suelo.
Tenía la sensación de que si continuaba sentado en mi oficina la tierra me absorbería y desaparecería para siempre.
Debía hacer algo.
Decidí levantarme, salir de allí, de modo que le dije a mi secretaria que iba a resolver unas gestiones y me dirigí hacia la puerta de la calle como perro que sigue el diablo. Por fin había salido de ese cubículo donde estaba encarcelado.
Deambulé durante más de una hora por las avenidas más concurridas, permitiéndole al sol consolarme.
En una esquina descubrí un café vacío, entré, pedí un cortado y me perdí persiguiendo con la mirada a las piernas de las chicas que pasaban cerca de la ventana del local.
Me relajé dejándome absorver por las conversaciones ajenas. Todo era mejor que escuchar a mi conciencia.
Lo cierto es que, ahora, visto con perspectiva, quizás deseaba fusionarme con la nada y no tener que pensar en ellos.
Lo cierto es que, ahora, visto con perspectiva, quizás deseaba fusionarme con la nada y no tener que pensar en ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario